Mi nieto: el pedacito de cielo que la vida me regaló
4 minutos
Mi nieto es el mejor regalo que mi hijo pudo hacerme. La personificación de la inocencia, del amor y de un vínculo puro e inigualable.
Mi nieto es el pedacito de cielo que la vida me regaló. Es una segunda oportunidad que los dioses me han obsequiado para hacer las cosas bien, para seguir construyendo futuro. Es mi ocasión de amar sin medidas y sin preocupaciones adicionales.
Ese niño, fruto del amor de aquel pequeño ser que vi nacer, hoy es mi todo. Me da el aliento necesario para superar los achaques de la edad. Es él quien me da razones para continuar habitando este mundo, tan solo para permanecer a su lado.
Mi nieto se ha convertido en el oxígeno que hoy me permite vivir el día a día de manera intensa. Es ese pequeño universo por el que giro noche y día. Fuente de admiración y adoración profunda, llena de color mi hogar con cada visita y colma de felicidad los últimos tramos de mi existencia.
Mi nieto, mi mejor obsequio
Mi nieto es el mejor obsequio que mi hijo pudo hacerme. El amor que siento por él es único, tan diferente a aquel inmenso sentimiento que me embargó cuando por primera vez conocí a mi amado hijo. Por ello mi nietecito es el heredero de todo mi tiempo, por haberme cedido el brillo de sus ojos y su contagiosa sonrisa.
Pues él reavivó mi capacidad de asombro al alargar mi vida con sangre de esperanza e ilusión. Es el sueño más perfecto que afortunadamente se ha hecho realidad. Hoy, el sonido de su inocente voz se ha convertido en mi bandera. Sus imágenes distribuidas por toda mi casa son como trofeos del campeón de la vida misma.
Mi nieto es el mejor premio que pude haber recibido tras criar con mucho amor a mi pequeño pedazo de sol. El mismo hoy me regaló el más bonito horizonte. Mucho cielo para esta abuelita que no se cansa de amar, y que espera todo el tiempo por llenar de besos y abrazos de oso a ese pequeño que tiene tanto cariño que ofrecer.
Mi nieto es mi pasado, mi presente y el futuro que me resta. Mi historia, mi familia y mi sangre. Por esto mismo, jamás podré negarme a sus pedidos. Por él soy capaz de lograr imposibles. Es mi niño consentido, mi cómplice y compañero favorito.
Ese chiquillo es un pasaje para viajar al pasado y recordar aquellos bellos días de mi infancia. Sentir los viejos aromas y juegos. Rememorar mi pasada inocencia, imaginación y frescura, recreándome en la suya. En definitiva, recordar la pureza que portaba y asimilar lo que he perdido a través de los años.
Mi nieto, mi sueño y mi ocupación
Ese nene tan pequeño que veo crecer frente a mí me permitió volver a soñar, al ser partícipe de sus sueños. Me mostró que tengo tanto que aprender… despertó en mí nuevas pasiones que creía imposibles. En suma, vino a este mundo para terminar de ablandar aún más mi corazón.
Ver aquello en lo que se considera fabuloso, escuchar aquellas historias que lo tienen atónito, observarlo columpiarse o deslizarse por el tobogán es ver magia pura. Su preciosa carita y ese dulce “abuelita” bastaron para volverme loca. Por eso prometo bajarte la luna, arrimarte al sol y llenar de dulces cada tarde.
Consentir cada capricho, brindarle todo mi amor, acompañarlo en cada aspecto de su vida se convirtió en mi deporte. Remembrar el arte de cambiar pañales, calmar berrinches, sentar en el regazo para entretener fue prioridad desde la llegada de mi nieto.
Un amor único
¿Y qué más da si mi hijo, yerno o nuera no logra comprender este amor tan profundo? ¿Qué importan sus enojos pasajeros? Pues yo sé muy bien que, así como ayer no me entendían y hoy -al ser padres- lo hacen, cuando llegue el día de convertirse en abuelitos comprenderán mi comportamiento.
Mi pedacito de cielo, mi mundo, mi universo y mi todo. Eso es mi nieto para mí desde de su llegada. Por eso solo deseo que tenga una vida plena y feliz, y le pido a Dios poder disfrutarla junto a él cuanto sea posible. Pues si algún sentimiento de tristeza o dolor se asoma, quiero ser quien le seque las lágrimas y esboce en su rostro una mueca de alegría.
Por qué tiene tanta importancia la abuela materna para un niño
4 minutos
Si bien desde un punto de vista emocional y de crianza las abuelas maternas son muy importantes, también hay razones biológicas que vale la pena conocer. Descúbrelas a continuación.
Entre la abuela materna y sus nietos existe una conexión especial, pero que a nadie sorprende. Esta imagen es muy importante en la vida de un niño por diversas razones, no solo se trata del aspecto emocional. Muchas personas no están relacionadas con sus abuelos, no conviven con ellos o apenas los conocen. Aun así, están unidos de por vida.
La función de la abuela materna es particular, a ella se la “acusa” de tener responsabilidad directa con los nietos, más que la otra abuela. Además, su influencia traspasa generaciones, debido a los valores y aprendizajes que nos llegan desde ella.
Desde el punto de vista genético también tiene mucha importancia. Esta mujer realmente es doblemente madre, en especial si su descendencia es femenina. La mujer nace ya con sus óvulos desarrollados, es decir, que sus eventuales nietos también estuvieron dentro de ella. ¿Podría la ciencia explicar la conexión que tenemos con nuestra abuela materna? ¿O acaso es solo un tema sensitivo y moralista?
¿Cómo explica la ciencia la importancia de la abuela materna?
De acuerdo con la teoría de Alejandro Jodorowsky, ensayista chileno; no importa cuánta afinidad o recuerdos infantiles tengas de tu abuela materna, estás unido a ella por los genes. Según este planteamiento debemos mirar con detenimiento cómo un niño ha recibido tal influencia.
Al parecer, la carga genética que se transmite de la madre al hijo viene directamente relacionada a la abuela. De entre todos los abuelos, es esta quien mayor participación tiene en cuando a la herencia. En cuestiones de genes, las generaciones no parecen seguirse inmediatamente, sino que se salta alguna. Por eso, es posible que ciertos niños tiendan a parecerse más a un tío abuelo o a un bisabuelo que a sus propios padres.
Quizá el parecido no tiene que ser físico, pero definitivamente a nivel genético ha dejado huella. En ocasiones, esa huella es totalmente perceptible, tal vez un lunar, sus ojos o la manera de caminar. También existen marcas internas, por ejemplo las características de los huesos, músculos o quizá alguna enfermedad.
Como es de suponerse, ciertos aspectos no tienen que ver con la crianza. No es que nuestro hijo se ha dedicado a las mismas tareas que aprendió con su abuela materna, sin duda es algo que heredó por medio de la sangre. Y sí, la ciencia tiene una explicación, en este caso los nietos ya estuvieron en el vientre de su abuela.
La formación del feto dentro del vientre materno recibe mucho material biológico de la madre. Aunque ambos padres tienen el 50% en la formación del embrión, para que este se desarrolle debe seguir nutriéndose de la madre. Es decir, cuando ya la participación del papá ha acabado, mamá sigue actuando.
Abuela materna en todo el sentido de la palabra
Si la abuela participó de alguna manera en la formación de su nieto de acuerdo al ADN, entonces sus rasgos pueden transferirse al niño. No obstante, Jodorowsky explica que no solo son características físicas las que se heredan. Al parecer las vivencias emocionales de la abuela materna también pueden heredarse.
El ovocito a partir del cual nació tu hijo, posee la carga genética de tu madre. Todos tus hijos tendrán el mismo material genético ineludiblemente. Es por ello que de alguna manera se producen nexos capaces de traspasar dimensiones.
Según el ensayista Jodorowsky, aquellas emociones que sufrió la abuela cuando estaba embarazada de su hija, fueron traspasadas a ellas y quizá tal vez a esos futuros nietos. Es decir, aquella influencia emocional puede seguir activa en el ADN, aun cuando ya haya pasado una generación.
Como sabemos, la información del ADN mitocondrial, es decir el que proviene de la madre, es mayor en el momento de la formación del embrión. La esperma del padre carece de este tipo de información, así que los abuelos paternos no intervienen más allá. Pese a esto, algunos estudios genéticos estiman que los rasgos del ADN del padre son mucho más dominantes en relación a la herencia.
De igual manera, desde un punto de vista más bien sentimental, en la mayoría de los casos la abuela materna se involucra mucho más con el embarazo, parto y crianza de sus nietos. La importancia de esta figura es indudable para la mayoría. Quizá no sabemos qué heredamos de nuestras abuelas, pero su presencia en nuestras vidas es muy valiosa desde todos los puntos de vista.
Mamá, entiende mis berrinches: son mi primer paso para mi inteligencia emocional
4 minutos
Los berrinches son un estallido de lágrimas, mocos, gritos y rabia que nos desconciertan y que incluso nos frustra como madres. Sabemos que puede resultar desesperante intentar calmar a nuestra pequeña criatura colérica, pero el modo en que gestiones estas explosivas situaciones marcará el futuro emocional de tu niño.
Algo de lo que se sorprenden muchas familias es del peculiar carácter que demuestran muchos pequeños ya desde edades tempranas. Llama la atención que se diferencien tanto de otros niños e incluso de sus propios hermanos. Es común, también, que nos preguntemos a quién se parecen y de dónde habrán sacado ese genio casi indomable.
Bien, hay un aspecto que es necesario aclarar desde un principio. La personalidad de un niño depende de muchos factores, el contexto donde crece y la interacción recibida son elementos clave. Sin embargo, existe un factor genético que tendremos que asumir, aceptar y entender. Cada niño es único y tiene su propio carácter. Es más, lo iremos viendo ya desde el primer mes a través de su estilo de alimentación y de descanso.
No intentes buscar una razón al porqué tu hijo experimenta tantos berrinches. Simplemente, gestiona, comprende y canaliza. Es una tarea que seguramente no habías previsto, pero te aseguramos que todos estamos capacitados para ser hábiles arquitectos de ese mundo emocional de nuestros hijos que en ocasiones, acontece de forma explosiva.
En “Eres Mamá” te damos todas las claves.
Los berrinches empiezan pronto y deben gestionarse cuanto antes
Un niño o una niña empezará a mostrar sus berrinches a partir del año. De hecho, serán intensos hasta los 4 años. Es esa etapa donde el cerebro de los más pequeños empieza a madurar, a tomar contacto de forma más íntima con lo que le envuelve para exigir su espacio, sus cosas, sus necesidades.
De no tenerlas, de no conseguirlas, estallan. Esta frustración experimentada es realmente dolorosa para nuestros niños, y en caso de que no actuemos de forma sabia, intuitiva y paciente en esta primera etapa comprendida entre el primer año y los 4, el tema puede complicarse en las siguientes edades.
Los berrinches JAMÁS deben ignorarse
Es importante que recordemos dos términos clave:
Los berrinches no se ignoran: de nada nos va a servir que nuestro hijo llore, grite y de patadas a ese mueble hasta que se canse. Lo que conseguimos en ese caso es que se sienta aún más frustrado.
No debemos intensificar los berrinches, es decir, responder con gritos aumenta aún más la carga emocional en ambas partes, en nosotros y en los niños.
Debemos tener claro un aspecto, desde el primer año hasta los 3 años nuestros hijos no son conscientes de lo que les ocurre. Se sienten sobrepasados por su mundo emocional y piensan que lo que les sucede no tiene solución.
Recuerda siempre que estas explosiones de rabia son un “mal modo” de decirte que les ocurre algo que debes entender.
Calma, estoy aquí, contigo y vamos a solucionarlo sin levantar la voz
Tanto el propio niño como nosotros como madres y padres debemos entender que crecer conlleva por un lado aceptar la frustración e incluso el propio dolor que ello conlleva.
No siempre van a tener lo que desean y eso, deben entenderlo ya desde el primer año.
Cuando tu niño estalle en su berrinche, no te apartes de él, ni le digas que se calle con un grito. Con voz tranquila, le animaremos a que se CALME. Una expresión y una voz tranquila crea un clima adecuado para que las emociones se relajen.
Hasta que el niño no haya dejado de llorar no podremos hablar con él, así que lo ideal, es situarnos a su altura hacerles ver que estamos ahí e impedir que puedan hacerse daño.
Si el berrinche acontece en un espacio público, intenta llevarlo a un lugar tranquilo donde estéis los dos solos para que se desahogue con calma.
Nunca es demasiado pronto para educar en Inteligencia Emocional
Entre el primer año y los 4 años se abre el momento más importante para asentar las bases de una auténtica Inteligencia Emocional.
Para ello, te invitamos a tener en cuenta estas sencillas estrategias.
Los niños necesitan comprender sus límites, qué se puede hacer y qué no. Cuanto antes lo entiendan mayor seguridad encontrarán en su día a día.
No tengas miedo de dar un “NO” a tiempo, algo tan sencillo nos evita problemas posteriores.
Haz uso de cartulinas con dibujos. En cada cartulina dibujaremos una emoción: rabia, miedo, tristeza… Es necesario que los niños aprendan cuanto antes a identificar esas emociones negativas para saber canalizarlas.
Para ello, les explicaremos qué se puede hacer con cada emoción. “Si siento rabia debo explicar en voz alta por qué me siento así”.Aprender a comunicar emociones en primera persona es algo muy útil que podemos favorecer desde etapas tempranas de forma sencilla, elemental.
En conclusión, somos conscientes de que cada niño es un mundo y de que algunos, pueden llegar a ser muy demandantes. Sin embargo recuerda, el secreto está en tener paciencia, ser siempre cercanos y afectivos y entender que la educación emocional con un niño empieza desde el primer día en que lo sostienes en brazos.